El 25 de Abril es, como todo el mundo sabe, el día que se conmemora la Revolución de los Claveles. Este año era lunes, así que los portugueses han disfrutado de varios días de vacaciones (o "ferias", como se llaman aquí).
Gracias a ello he podido escaparme de Lisboa y conocer el Alentejo Central. Y debo añadir, que creo que lo he hecho en la mejor época del año. Es una región preciosa, espectacular en su sencillez y en la calma de los alcornoques y los campos de hierba. Dicen que en verano hace muchísimo calor, y que las plantas se secan, dando al paisaje un tono amarillento. Pero lo que yo he visto es verde, praderas y bosques llenos de flores de todos los colores, de amapolas. Pájaros de especies que no hay en el litoral valenciano, con plumas amarillas, azules y negras. Cigüeñas haciendo sus nidos junto al camino. Y aves rapaces sobrevolando mi cabeza.
El primer día estuve en Évora, visitando la Catedral, el Templo de Diana, paseando por sus calles y cotilleando los rincones de una ciudad que, aunque pequeña, está muy bien conservada. Por eso es Patrimonio de la Unseco desde los años 80. Y por supuesto, también entré en la conocida Capilla de los Huesos, donde más de cinco mil calaveras forran las paredes de una capilla subterránea. Fue construida en el siglo XVI tras una epidemia, y ampliada en 1810 tras la invasión napoleónica. La gente se impresiona mucho... pero lo cierto es que si observa desde el punto de vista de aquellos que la realizaron, tiene todo el sentido. Una inscripción en la entrada nos da una pista de para qué sirve ese recinto: "Los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos". Ese lugar no es otra cosa que un recordatorio de la brevedad de la vida, de lo poco que realmente somos. Y de en qué nos convertiremos cuando nuestra vida termine. Originalmente era un lugar de oración para los monjes del convento,un espacio para revisar las prioridades.
Pero además de pasear por la ciudad, la mayor parte del tiempo estuve recorriendo los pueblecitos que se encuentran en la región y visitando los restos neolíticos esparcidos por un paisaje de ensueño. Especialmente el Crómlech de los Almendros, uno de los más importantes de Europa por antigüedad y buen estado de conservación. Pero también el Antar cerca de la población de Brotas, o un Cromlech en medio de un campo, cerca de Nuestra Señora de Guadalupe. Lo cierto es que, si te fijas bien, hay gran cantidad de monumentos de este tipo dentro de campos privados, que por desgracia no se pueden visitar. De todos modos, me ha encantado ver esas piedras gigantes formando círculos, orientadas hacia la salida del sol... me hace pensar en los hombres que las colocaron, hace unos seis mil años, cuando empezaban a domesticar a los animales, a vivir en poblados, a perfeccionar los utensilios de caza... Aparecen fotos de los objetos encontrados junto a ellos, de los sílex y pedernales, de los cuencos de cerámica y de ídolos con grandes ojos amenazadores. No sé, me parece fascinante. Tal vez por esa curiosidad estudié historia.
Gonçalo nos acogió en su casa en medio del campo, donde vive con sus cuatro gatas y cultiva verduras y hortalizas ecológicas. El cielo estaba oscuro y lleno de estrellas por la noche. Incluso pude ver Júpiter brillar. Cosa que me puso eufórica.
Conclusión: quien viaje a Portugal entrando por Extremadura, que pase por la zona de Évora y las poblaciones circundantes (Mora, Brotas, Arraiolos y su castillo, Pavía...). Y si puede ser, que lo haga en primavera (a mediados de abril, o principios de mayo) Seguro que no se arrepentirá.