17.8.16

Cabo de Gata: playas

Cabo de Gata ha sido todo un descubrimiento. Las vacaciones familiares han estado rodeadas de viento de levante, olas, cactus y playas salvajes. 

Cuando te pones las gafas bajo el agua parece que haya poca vida, pues el fondo es de arena y los peces suelen ser de colores neutros. Sin embargo si tienes paciencia y miras más atentamente intentando no mover mucho el agua, la vida comienza a aparecer: sepias del color de la piedra caliza, pulpos ocultos bajo las rocas, pequeños lenguaditos cubiertos de arena, crías de barracuda, sargos... todo un mundo a pocos metros de la costa. Un ecosistema delicado y sutil, que solo se deja ver si te acercas despacio, respirando apenas por el tubo, moviendo poco los pies, evitando hacer movimientos bruscos.

Este lugar no es para quien busca playas cómodas, con chiringuito y duchas de agua dulce. Es para quien quiere nadar en costas agrestes, en calas escondidas al final de senderos que recorren colinas desérticas. Para quienes no les importa caminar en arena formada por dunas desérticas, por pequeñas piedras redondeadas por el tiempo y el viento. Puede que llegues al agua sudando bajo un sol de justicia. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena.


7.8.16

Cabo de Gata: El Molino de Fernán Pérez

Es la primera vez que estoy en Almería. Que duermo en un lugar donde viven arañas y culebras, donde el viento ruge día y noche. Donde el mar rompe contra los guijarros en una costa inhóspita. En este desierto el cielo lo cubre todo, tanto de día como de noche. La casa, de cal y madera, está dentro de un valle oculto, cerca de la costa. Y hace que me sienta rodeaba de tierra. Me gusta.

Aquí os muestro unas fotos del cortijo, con su molino y una luz dorada que reposa silenciosa en las esquinas. Si alguien quiere perderse en un rincón poco visitado, le recomiendo que venga por aquí. Contra todo pronóstico, no hace calor. Sólo se escucha el viento, y las aguas son azules y tienen una corona de espuma.