7.12.15

Monasterio de Alcobaça

Estudiar Historia del Arte crea costumbres no siempre del todo comprendidas. Una de ellas es visitar monumentos: iglesias, conventos, palacios, museos... si son interesantes, siempre quiero ir. Eso mismo ha sucedido con el Monasterio de Alcobaça, sabía que era muy conocido y me hacía ilusión ir a visitarlo.

Actualmente la parte más antigua está restaurada. Comprende la iglesia gótica y el claustro y cocinas que van desde el siglo XIV hasta el XVII más o menos. Hay un segundo cuerpo, con un claustro y habitaciones para los religiosos que todavía permanece cerrado. Pude ver los jardines desde una cornisa y parece del siglo XVIII, por lo que es posible que lo consideren menos interesante (erróneamente, claro).

Lo que pude visitar está vacío, libre de objetos litúrgicos y mobiliario, por lo que da la sensación de ser un convento desmantelado, aunque perfectamente conservado. Tiene una cerámica fantástica, y las cocinas son preciosas, forradas de azulejos y con una chimenea enorme. 

Otro detalle interesante son las tumbas reales de Pedro I de Portugal (1320-67) e Inés de Castro (1325-55). Ésta era gallega, perteneciente a una poderosa familia: la Casa de Castro. El rey, estando ya casado con la reina Constanza Manuel, se enamoró perdidamente de Inés y mantuvieron un romance. La reina murió de parto, por lo que don Pedro decidió unirse a Inés a pesar de no tratarse de una noble con alcurnia suficiente para ser consorte real. Esto creó tensiones entre las familias más poderosas. Sin embargo, la pareja tuvo cuatro hijos y contrajo matrimonio (aunque no se conservan documentos que respalden dicha unión). A pesar de todos los esfuerzos de don Pedro, Inés fue finalmente apuñalada por tres nobles que veían su presencia y sus origen como una amenaza. Don Pedro consiguió capturar a dos de ellos, haciéndoles sufrir una muerte horrible (a uno le arranco el corazón por el pecho y al segundo por la espalda). Tras aquello mandó hacer una hermosa tumba de mármol blanco con su efigie, así como otra para él que fueron colocadas una frente a otra en los brazos de la iglesia del monasterio de Alcobaça. Así cuando llegara el día de la Resurrección, el primer rostro que vería al despertar sería el de Inés.