28.6.15

Sintra

La sierra que rodea las mansiones y el núcleo urbano es uno de mis lugares favoritos de Portugal. Con un microclima húmedo y ligeramente más fresco, está repleto de helechos y hiedras, así como por decenas de plantas con florecillas de colores. Hay fuentes naturales por todas partes y lagos con nenúfares y ranas. Sin olvidar su arquitectura, con palacios, casas señoriales, quintas. Senderos adoquinados y esculturas de piedra. 

Ya había estado en Sintra en un par de ocasiones, especialmente para ver la villa y el Palacio da Pena. Pero como Lisboa se encuentra muy cerca, quería visitar algún lugar diferente. De ahí que buscara información de otras quintas: Quinta da Regaleria y el Palacio de Monserrate. Y ambas, tanto las casas como sus jardines, no me decepcionaron en absoluto.

La Quinta da Regaleira es una mansión construida a mediados del XIX en estilo historicista, concretamente neogótico francés. Con acabados realmente exquisitos en forma de mosaicos y suelo de madera con marqueterías, los estucos y los detalles ornamentales son sorprendentes.

El jardín se expande en un terreno con un desnivel considerable, y está lleno de senderos y grutas, de torres mirador y merenderos de piedra. Un lugar cuidado y exuberante, ideal para aristócratas de gusto refinado y fortunas considerables, como Carvalho Monteiro (propietario desde 1893 y creador del misterioso programa iconológico del palacio y los jardines, donde mandó construir incluso un Pozo Iniciático de 27 de profundidad y escalera en espiral). 



Pero el Palacio de Monserrate, aunque más discreto arquitectónicamente, fue la gran sorpresa del día. Propiedad romántica por excelencia, fue residencia de William Beckford (1760-1844), escritor romántico, paisajista y constructor excéntrico. Conocido por ser el joven inglés más rico de su tiempo. Su aspecto actual se debe a Francis Cook (1817-1901), que en 1856 construyó el Palacio de Monserrate sobre las bases de una mansión neogótica. Se decoró con reminiscencias árabes y elementos orientalizantes en estucos y yesería, dando como resultado un edificio ecléctico y definitivamente original.

Pero sin duda, el jardín es lo más impresionante del conjunto. Aunque cuenta con zonas delimitadas, como el Jardín de México o el Rosal, es un paisaje definitivamente romántico. Con nada menos que 33 hectáreas cubiertas por bosque y árboles impresionantes, cuenta con una colección botánica con plantas de todo el mundo, que se pueden disfrutar entre ruinas, lagos y cascadas. Un lugar que nunca olvidaré.



Y si esto no os acaba de convencer... aquí hay un vídeo bastante fiel a lo que se puede ver si se visita: